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Cuando Dios vino a nosotros a través de Jesús, pudo haber nacido en un palacio, rodeado de lujos y riquezas. Sin embargo, lo hace en un pesebre, en un establo porque no había espacio en ningún otro lugar. Ni siquiera lo hace en su propia tierra, sino con padres migrantes. Dios vino a nosotros tal como lo expresó Juan, "el verbo se hizo carne" y caminó entre nosotros y nosotras.

Este día en el que casi concluye la navidad, recordemos que Dios vino a nuestras realidades dolientes, a nuestro mundo herido, y hundido, y nos trajo la esperanza anunciando que "el reino de Dios se ha acercado a nosotros", un reino donde gobierna la justicia, la paz, y el amor.

Al conmemorar el nacimiento de Jesús entre nosotros, reconocemos que sigue viviendo en aquellos y aquellas que le siguen. Como discípulos/as, estamos llamados a encarnar los valores que él nos mostró con su vida. En un mundo que aún clama por la presencia de Dios, necesitamos ser portadores de la encarnación de Jesús en nuestras acciones diarias.

Esta celebración nos invita a que todos los días alcemos la voz por las injusticias, a que mostremos el amor con el "más próximo", a que luchemos por la paz, y oremos por quienes sufren. Para muchos lugares del mundo ha sido muy difícil celebrar con una sonrisa, entre ellas la tierra donde nació Jesús; lugares donde la justicia y la paz ha faltado o donde no hay una comida en la mesa, ni un abrazo al final de la noche.

Que nuestra oración sea convertirnos en instrumentos de su reino, siendo las manos y los pies de Jesús en este mundo necesitado. Que en nuestro caminar cotidiano podamos reflejar el amor, la justicia y la paz que proclamó aquel niño en el pesebre, recordándonos que Jesús si vino y vive entre nosotros(as).

Brandon Molina
Obrero Santa Ana