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La pregunta que Dios le hizo a Caín en el primer asesinato sigue haciéndose hoy en día. Pues muchas veces como humanidad tomamos la actitud de Caín al decir “no soy guarda de mi hermano” En medio de la mercantilización del afecto, la amistad en el evangelio nos interpela con esa pregunta fundamental: Dime, ¿dónde está tu hermano? (Gn 4:9). Esta pregunta, pronunciada por Dios a Caín tras el asesinato de Abel, no solo resuena en la conciencia del culpable, sino que se proyecta como un eco en la historia humana, revelando nuestra responsabilidad ante el prójimo y la actitud que muchas veces tomamos ante lo que pasa alrededor nuestro.

¿A qué nos llama el evangelio? Caín y Abel representan las primeras relaciones humanas fracturadas por la envidia y la violencia. Caín no solo asesina a su hermano, sino que en su respuesta evade su responsabilidad: "¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?" (Gn 4:9). En esta indiferencia radica el pecado estructural que atraviesa nuestra historia: la negación del otro. En este sentido, la pregunta de Dios a Caín se actualiza en cada niño explotado en las maquilas, en cada migrante desaparecido en su travesía o despojado de su dignidad como ser humano, en cada joven atrapado en la violencia urbana, en cada estudiante que necesita ser escuchado. La amistad no puede reducirse a un sentimentalismo vacío; debe ser un compromiso concreto con el otro, con el herido al borde del camino (Lc 10:25-37)

Jesús nos enseña que el evangelio se trata de dar la vida por otros, y es un elemento tan fundamental que él mismo representó en la cruz, al dar la vida por nosotros y nosotras. No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. (Jn 15:13) ¿Vivimos realmente de esa manera? La amistad y el amor en el evangelio que Dios nos ha mostrado está en el abrazo del padre al hijo pródigo (Lc 15:20), la mesa compartida con los excluidos (Lc 14:13), la cruz que carga el peso del otro (Gál 6:2). la denuncia de lo que es injusto (Is 1:17; Miq 6:8), en el cuidado de los heridos y quebrantados (Sal 34:18; Lc 10:33-35), en escuchar al otro con un corazón compasivo y atento a su clamor (Fil 2:4), en levantar la voz por quienes no pueden hacerlo (Pr 31:8-9) y en dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y recibir al extranjero (Mt 25:35-36)

En un mundo marcado por la lógica de la violencia, la competitividad, la productividad, el egoísmo, etc., el evangelio nos llama a una lógica distinta: la de la entrega, el servicio y la reconciliación. "No soy guarda de mi hermano", dice Caín con indiferencia; "Sí lo soy", responde Cristo con su vida y su resurrección.

¿Cómo respondemos nosotros y nosotras? Pues estas palabras resuenan en nuestra manera de pensar y actuar muchas veces:

“… Y eso qué tiene que ver conmigo, nos preguntamos
Si yo no tuve la culpa, yo no hice nada malo
Pero no puedo evitar pensar que así razonamos
Y es Caín que vuelve y dice no soy guarda de mi hermano
… Y es verdad que no podemos resolver todos los males
Pero cerca de nosotros con seguridad hay alguien
Que precisa que cortemos esa soga que lo asfixia
Que con algún sacrificio le rescatemos la vida” (Mira Dime Dónde Canción de Santiago Benavides ‧ 2018)

Cuando se celebra el amor y la amistad, recordemos que el evangelio nos llama a un amor y una amistad más profunda: la que se entrega la vida por el otro y la otra, la que se duele con el sufrimiento ajeno, la que responde sin evasivas cuando Dios pregunta: Dime, ¿dónde está tu hermano?

Brandon Molina
Secretario General